Nos detuvimos a mirarlos. Uno pasaba la gorra mientras la chica de las rastas hacía una pompa de jabón, una gigante. Al principio era bella, luego sorprendente, después deforme. Y al fin, explotaba. Muerta.
Pompas de jabón.Te miré hasta llenarme. Hacía frío en Madrid. Allí estabas: esférico, brillante. Masculino, perfectamente opuesto. A mi lado, un instante. Una pompa de jabón, por esa tarde, solo para mis ojos. Quizá no me los inventé, quizá eran tuyos los reflejos irisados, cóncavos, resumen de belleza. Vino un soplo de aire y ascendiste. Imposible retenerte sin tocarte. Imposible tocarte sin perderte, jabón y agua, para siempre. Imposible, en fin, no lastimarse. No lastimarte. Imposible. Dentro del caleidoscopio, un arco iris habita cada lágrima.