miércoles, 31 de marzo de 2010
SÍNTESIS
Mira: así queda tu rosal en mi ventana.
Es pequeño, como todo lo bueno.
Ahora lo veo cada vez que miro afuera.
Me recuerda que el mundo no es tan solo ese lugar hostil donde todos fingimos.
Me enseña que el cariño verdadero pasa el tamiz del tiempo.
Es una pincelada de afecto en mis paisajes cotidianos.
Te doy las gracias.
viernes, 26 de marzo de 2010
PASIÓN
lunes, 22 de marzo de 2010
CUADRÍCULA NOCTURNA
domingo, 14 de marzo de 2010
NO POR OFICIO
Escribo esto y me siento un poco presuntuosa, incapaz de maquillar la vanidad cautiva en mis sentimientos, en mi tardío descubrimiento. Y si lo vuelco aquí es porque yo pienso un poco como Menchu, en Cinco horas con Mario: “(...)si las palabras no se las dices a nadie no son nada, botarate, como ruidos, a ver, o como garabatos, tú dirás. ¡Benditas palabras (...)!”
viernes, 12 de marzo de 2010
EN LA LUNA
La realidad, con ese modo tan suyo de conducir, ha tirado del freno de mano sin pedirme permiso. Tenía el pie a fondo en el acelerador de este Ferrari, con lo que os podéis imaginar: la inercia me ha estrellado de lleno contra la luna.
Y he decido quedarme aquí una temporada.
Desgravitada, sorteo los cráteres con pasos que flotan, me entretengo en soplar a la bandera de los EEUU para que ondee (aunque aquí hay una brisa que recuerda mucho al mar). He empezado a respirar sin escafandra. Me invento los atardeceres, porque no sé si aquí los hay. Seguro que desafío a algunas leyes de la física que ignoro. No me importa. Miro al planeta azul allá abajo. Y me dejo sobrecoger por el espectáculo, impresionante. He resistido a la tentación de buscar mi casa en sus relieves. Mi casa viene conmigo, allá donde voy. Ahora lo sé. Mi corazón. Esta vida mía que cambia, que se hace grande, que duele, que trasnocha. Que es todo lo que tengo y lo que quiero tener.
Os deseo un buen fin de semana a todos, desde la luna. Si os distraéis en mirarla, agitad la mano. Así podré lanzaros un beso.
lunes, 8 de marzo de 2010
COLORÍN COLORADO
jueves, 4 de marzo de 2010
LOS SERES MIMÉTICOS (verborrea nunca conclusa y delirante)
Tengo los pies fuertes, las manos ágiles, los ojos entrenados y el corazón a toda máquina. Peino canas, y abrazo algún deseo que nunca veré cumplido. Y cuando lloro me hago muy pequeña, mucho, tanto que me columpio en los ojales del abrigo. Y lloro bastante, demasiado, tanto como me río. Casi siempre de emoción, a menudo de dolor. Y cuando lloro acostumbro a preguntar por qué, por qué tiene que doler tanto todo, y por qué esa tiranía de que no haya dos personas que lo sientan igual. Por compartir, digo, por sentirse comprendido. Maldito. Nos condena a la soledad, él, que se sabe inevitable, el muy abusón... En fin, ¿por dónde iba? sí: me hago pequeña. Pero luego crezco de repente, y me encuentro dentro del abrigo, caminando por la calle, y es invierno todavía. Miro al cielo. Dicen que puede que llueva. Menuda novedad. Llueve dentro, llueve fuera. Incluso que puede que la cota de nieve descienda, y otra vez Madrid se vuelva blanca. Va a ser fin de semana y creo que sería mejor si lloviera cubitos de hielo. Lo digo por las copas, por los botellones. Por los seres miméticos. Por hacer pandilla. Yo, sin ir más lejos, renunciaría a los ojales del abrigo, al abrigo mismo y me haría cuadrada, de hielo. Me sentaría a la sombra. Tengo la intuición de que los cubitos no piensan, a pesar de que también se deshagan en agua. Y si cayera en un vaso, elegiría whisky. E invariablemente alguien me dirá: haber cogido muerte...