jueves, 26 de abril de 2012

RAIN OR SHINE


Winter is coming. Esta primavera está pulverizada, el aire se ha convertido en una emulsión contaminada y húmeda, agua disuelta, que revolotea y vacía las calles de personas. Vuelven los cafés calientes, las mantas, las tardes de libros y manzanas.
Hoy me apetecía escribir porque sí. Porque me gusta este tiempo desmandado, este tiempo que se ríe del calendario. Porque me gusta el invierno y comprendo que a 26 de abril este día es un regalo. Y los regalos deben agradecerse. Escribo porque sí, con cierta culpa, porque tendría que estar escribiendo cosas de esas que al final se traducen en euros. Estas palabras para mí se traducen en vida. En definición de itinerarios. En el recordatorio de este viaje de compromiso y soledad que he emprendido. Alegre y furiosa.
Hoy escribo para deciros que os echo de menos y que espero volver pronto a habitar este espacio, a visitar los vuestros. Con independencia del tiempo atmosférico.

domingo, 8 de abril de 2012

FELICES PASOS


He vivido pocas rachas como esta. Es posible que decir esto sea una tontería, y aunque la vida se empeñe en resonarnos, en parecer cíclica, nunca lo sea, y ninguna racha se repita. Que sea tan solo esa patética búsqueda de lo conocido, la necesidad de asideros. El más fuerte poder del miedo que nos domina.

Como decía, mi sensación es de estar inmersa en un instante eterno. Este mar liso que es un espejo del cielo. La aceptación de lo que ocurre da tranquilidad. Los deseos se matizan, aprenden a camuflarse entre las hojas, a volverse tierra, a sonreír cuando se cumplen y mantenerse en el filo un tiempo jamás soñado, antes de caer y que nuevos deseos se arracimen para devorar su recuerdo y sembrarnos de nuevas viejas inquietudes.

Vivo una vida con minutos como agua.

Esta semana santa ha lllovido. Ha llovido mucho y a deshora. Cambié la posición de los muebles de mi casa y así he podido casi pegar la nariz a la ventana y dejar, sencillamente, que muchos de esos minutos se marcharan con el mismo ímpetu, la santa inercia de la vida que me gusta. Hasta Pepito Grillo se ha callado la boca para escuchar la lluvia sobre la ciudad vacía.

Pero hoy es domingo y luce el sol, y la calle ha regresado a su apatía de gente que pasea, de niños que gritan, el hombre que vende la farola, el que hace sonar su irritación a través del claxon porque le ha dejado atrapado la doble fila. Hay gente que me manda mensajes de felices Pascuas.

Felices pasos.

De la vida a la muerte. Del mito al logos. De la guerra a la paz. Del miedo a la esperanza.

Yo también me he decidido a poner un mensaje para desear un feliz paso. ¿Quién no necesita resucitar de las muertes cotidianas? Aunque a veces descreer nos haga equivocarnos, creer que ha de vivirse instalado en todas esas muertes. La inagotable cadena de deseos. Creer que la vida es solo eso y que lo inteligente sea ponernos las tiritas lo primero, el extenso vendaje del pesimismo.

Os decía que nunca había vivido una época como esta. De felicidad sencilla, quebradiza, que acepta las fracturas del dolor a cada paso. También se han de aceptar los buenos pasos, la paz de la vendimia. Sembrar de nuevo. A deshora. Cuando llega la lluvia. O, llenos de esperanza, incluso en la sequía.

Yo también os deseo felices Pascuas.