sábado, 10 de febrero de 2007

MUÑECAS RUSAS



Me gusta hablar. Mucho. Quizá demasiado. Cualquiera de mis amigos podéis dar fe de ello. Pero, aunque no lo parezca, me gusta más aún escuchar. Que me cuenten mil historias.
Cuando era pequeña me entusiasmaban las muñecas rusas. Me parecía maravilloso que siempre pareciera haber otra más pequeña, que diera la sensación que nunca ibas a terminar de sorprenderte; que el proceso se pudiera alargar hasta el infinito y todavía quedara una diminuta muñeca escondida en el interior.
Con las personas me pasa lo mismo. Me dan la impresión de ser grandes y compactas. Pero luego se abren, y dentro guardan una historia. Algo que, si lo despliegas, te muestra otra realidad más escondida, que, a su vez, te conduce a algo más esencial todavía, más recóndito, si cabe.
Cobijamos mil sorpresas en nuestro interior. Incluso uno mismo, si nos da por jugar, por entretenernos, por hacer espeleología interior, nos llevamos la sorpresa de que, más adentro, guardábamos otra pequeña muñeca, otra batería de emociones, de situaciones. Pizcas de sabiduría. A veces, miserias. Pero siempre detalles que nos humanizan y, por tanto, nos hacen más “amables”.
Ese es el reto. O así se me presenta. La ilusión de ir quitando capas, de ir descubriendo nuevos territorios. En los seres queridos. En uno mismo. La alegría cotidiana de comprobar que, si nos aventuramos a dar un paso más en el conocimiento del otro, encontraremos una pequeña muñeca de madera pintada. Una muñequita que bien podría ser tomada por la gemela de la que, con celo, guardamos cada uno en lo más hondo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Es un placer disfrutar de tu gran capacidad de escucha y poder así compartir contigo los cientos de acontecimientos, unas veces felices , enloquecedores otras, que van escribiendo nuestra propia historia.
Esculpen nuestro "yo", y nos cambian el rostro y la mirada.
Cada experiencia talla una nueva mujer, cual muñeca rusa, más "grande", más madura, más fuerte.
Ojalá simpre sigamos creciendo, transformándonos, sorprendiéndonos, pero sin perder nunca nuestra esencia, aquella que nos hace únicas; nuestra muñequita más íntima, a la que protegen el resto, sin ahogarla...
Espero que las historias de ayer, no te generaran insomnio, jajja.
Besos

Anónimo dijo...

Me parece loable tu capacidad de escuchar, yo también lo he comprobado y te lo agradezco enormemente. Todos somos como esas muñecas rusas que describes, pero es difícil hallar en la vida personas que se atrevan a explorar, sin ánimo de colonizar o utilizar la información que descubren. El hecho de escuchar como ejemplo de gratitud, de generosidad, de curiosidad por conocer nuevos pequeños mundos, pequeñas muñecas de madera. Esa es la magia de la vida; sin juegos, sin apuestas, viviendo en relación, amando consecuentemente a nuestro prójimo a través de la delicadeza del desgranaje de un puzzle.
Un beso enorme Leo

Anónimo dijo...

¡Gracias a las dos! Es un gusto leeros y no digo nada de escucharos.
¡Por muchos años!
Un abrazo grande a las dos (bueno, uno para cada una)