miércoles, 23 de abril de 2008

UN GRAN DÍA

Veintitrés de abril de 2008

1
He celebrado el día del libro dando por terminado mi "ultimísimo" repaso a la novela. Imprimiéndola.
Fotocopiándola.
Encuadernándola.
Ahora puedo tocarla. Es una sensación magnífica cuando un sueño se hace tangible. Lo que sea a partir de ahora no es tan importante. Quería contar esa historia, y ya está hecho.

2
Los encuentros en ascensores, que no se sabe si suben o bajan, son perturbadores. La atmósfera se llena de electricidad. El aire se vuelve tan denso que podría cortarse con tijeras. La primavera tiene la culpa. Las hormonas. La carótida latiendo en su cuello. Dan ganas de volverse felino, despojarse de la falsa piel a cada paso elástico, cada vez más cerca, y apagar las luces de un zarpazo.

3
Que el corazón tiene razones que la razón no entiende es algo que cada vez me resulta más evidente. Y más incomprensible. Y más sedante, o será la pereza... Para qué darle más vueltas. Me detengo en la siguiente diástole. La sístole la seguirá sin que yo haga nada. Qué descanso. Disfrutaré del cálido discurrir de la sangre por mis venas. La carótida latiendo en mi cuello. Estoy viva. Siento.
Las cosas que tienen que ser siempre son sencillas.

martes, 15 de abril de 2008

ESCONDITE




Contaré hasta infinito.
Ni uno más, ni uno menos.
Luego saldré a buscarte.
Escóndete mejor
cuanta menos prisa tengas,
cuantas más ganas de jugar.
Te encontraré
dondequiera que hayan crecido tus rebrotes.

No habrá besos entonces,
No.
No los suficientes.

Infinito podría ser catorce.

¿Mirarás entre los dedos mientras cuentas
para ver detrás de qué árbol me escondo,
para fingir que cuento?

martes, 8 de abril de 2008

HORROR VACUI

Terminé mi novela. la maldita, odiada, amada novela que he tenido entre manos durante los últimos dos años. Pensé que el momento de escribir la palabra fin sería algo especial, catártico, lleno de fuerza. Pero no. La escribí y acto seguido he cogido de nuevo la cabeza de la serpiente y he empezado a repasarle el tatuaje. Resulta que esto no se acaba nunca. Creo que era Borges quien decía que se publica para dejar de corregir. Eran otros tiempos. Ahora mi ángel de la guarda tendría que disfrazarse de editor, si es que quiere protegerme de mi peor enemigo.

De todas formas, se supone que los que tenemos este vicio siempre terminamos escribiendo de lo mismo. Que es siempre la misma novela la que nos traemos entre manos, aun cuando cambien los personajes, las circunstancias, la forma. Genio y figura. Un microcosmos voraz que, con un poco de suerte y la terapia adecuada, no se convertirá en agujero negro mientras estemos vivos.

Hasta un par de días después no me di cuenta de que no se trataba tan solo de tener una novela más o menos concluida en el cajón. La cuestión es que le había ganado el pulso a la inconstancia y al miedo. Al mercantilismo. A la falta de fe. A la esclavitud de la búsqueda de la perfección. A la autocomplacencia. Una prueba de que es posible. Hasta unos días después no me llegó, por correo certificado, la inyección de energía. Todo es posible.

Mientras repaso el tatuaje de la cobra, mi cabeza ya está buscando otros caminos. Ya se sabe: el cuerpo tiene horror al vacío. Y yo aún tengo cuerpo. Ergo...