miércoles, 25 de febrero de 2009

TIGRES

otros tigres me interesan,
los que se desperezan en las sombras
y no se detienen a descifrar
ciertas ecuaciones,
si admiro, o si juzgo, o si estoy tomando notas,
ni se van por la tangente de los días,
ni pierden el sentido por las comas.
los tigres sonríen en la sombra
se calan su sombrero justo después de apagar el cigarrillo
puede que se detengan en los semáforos
y no les gusta que nadie les llame
como se llama a los gatos.
recordadlo
les gusta bailar
(me gustan tus tigres)

domingo, 22 de febrero de 2009

POR TU BIEN


Es por tu bien. Someterte a las bondades de la ortografía. Comprar los cuadernos con cuadrícula (milimetrados cuando somos pequeños y tenemos que aprender, claro, a ceñirnos los corsés de Escarlatas sociales). Poner los sueños en el cajón de sueños (peligrosamente cerca del de los manuscritos inéditos-rechazados-inconfesables). Un día se te salen los ojos de las órbitas. Y la cabeza se manifiesta en la Puerta del Sol, hemisferio derecho, por más señas. Reivindica su derecho a perderse en los laberintos. A hacerle un corte de mangas a Ariadna, un guiño al Minotauro (porque, vamos a ver, ¿quién me asegura que con un beso en la testuz, justo entre los dos cuernos, no se va a ablandar el bicho? ¿acaso no me pasa a mí lo mismo? ¿acaso, como decía no sé quién, la ternura no funciona siempre, siempre -por no llamarlo amor, que ya pasó el 14 y Valentín ya toma el sol en las Bahamas con los pingües beneficios-? ¿Quién nos enseñó dónde está el peligro, con mano firme?)
Por mi bien un vaso de vino diario, la moderación, la maldad justa y la perfección manifiesta. Por mi bien tratar de descubrir los vicios ocultos antes de comprar el vehículo de segunda mano. Por mi bien caminar y caminar, adelgazar, etiquetarme, ponerme precio. Por mi bien desear el deseo o dejar de desearlo, pero no dejar, nunca, no, que me contagie el virus de lo que podría ser si no existitiera la ley de la gravedad (maldito Newton): esa que nos impide reírnos de que pasa el tiempo y no encontramos la salida del puto laberinto.
Por mi bien cierro los ojos a deshora. O los abro muy bien con franca intención de soñar. Sí. Qué bello es el mundo de los vivos.

sábado, 21 de febrero de 2009

NADA MENOS

no puedo sentirme pequeña
cuando siento
oscilo entre la timidez y la soberbia
bajo la mirada si me miras
me crezco a la sombra de tus ojos
se acelera la velocidad del pensamiento
me hago consciente
casi como si pudiera tocarme con la yema de tus dedos
me hago consciente
de todas las imperfecciones
que me hacen ser quien soy
grande, tímida, soberbia
onda expansiva
bajo tus ojos
soy sólo alguien que siente
nada menos

lunes, 9 de febrero de 2009

AISLAMIENTO




Hay ideas, sentimientos, que crecen como un fuego y pronto se desbocan, se convierten en algo incontrolable. La curiosidad, la ternura, el miedo. La desgana. El aislamiento. También algunas certezas resultan devastadoras. Todo es fuego y lucha, decía mi amigo griego, uno de los que he conocido en el siglo V aC. Cuánta razón. Fuego y lucha. La guerra es la madre de todo. Y tanto que sí. Y no me refiero a todas esas guerras de pancartas, dinero y muertos por toneladas. Sería demasiado humana si lo hiciera. Ésas son resultado de las constantes luchas por lo pequeño. De las guerras que se libran a la hora de comer, sobre el mantel de flores. De las contiendas cuando apagamos la luz, y alargamos el pie entre las sábanas y no encontramos ningún otro pie con que tropezar. Seré poco ambiciosa, pero ésas luchas, sí, son las que me interesan. Aceptar que poca gente hay que escuche, que de verdad le interese salir de sí misma, conocer, de verdad, qué hay al otro lado de unos ojos. Podría hacer puntos y aparte, pero no me da la gana. Esa es otra guerra. La de la ortografía, la de las pobres, tristes, palabras. Este es el reinado de los medios de comunicación, lo que no deja de resultar irónico es que cada vez resulte más difícil encontrar barqueros que te crucen la Estigia. Porque ser una isla es estar muerto. Pero todos tenemos teléfono móvil. No hallar quien te escuche. Reconocerse a uno mismo que los tiempos de la gratuidad, del amor a la conversación, del interés sincero por lo que cobija un corazón ajeno terminaron con los últimos estertores de la juventud. O quizá la juventud murió en esa batalla, la del desinterés. A nadie ya le importa nada que no lleve sus propias iniciales. Y yo poco a poco me consumo entre la ficción del tiempo, o la ficción a secas, y las ganas de saber qué hay detrás de la loca vanidad que parece ser lo único que nos mueve. Por no llamarla guerra.