sábado, 27 de febrero de 2010

INSPIRACIÓN

INVICTUS

William Ernest Henley


Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que pudieran existir
por mi alma invicta.
En las azarosas garras de las circunstancias
nunca me he lamentado ni he pestañeado.
Sometido a los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.
Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
donde yace el Horror de la Sombra,
la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el portal,
cuán cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino:
soy el capitán de mi alma.

A veces llego a casa de madrugada, dejo las llaves, me lavo los dientes, me quito la ropa y hasta que no me meto en la cama no soy capaz de respirar. Me pesa tanto mi ausencia que solo se me ocurre preguntarme dónde he estado. Y hasta que no cierro los ojos no regreso a casa. Entonces, en mi mismo centro de gravedad empieza a latirme una semilla de coraje. Pequeña pero viva. Esa soy yo. La que no se amedrenta. La que no necesita de fuerza para vencer. La que no tiene nada ni nadie de quien defenderse. La que lo único que ha pedido siempre para vivir es verdad y amor del bueno. Una vida sencilla e intensa. La que se las arregla para convertir el miedo en manos que lo mismo acarician que alzan puentes, que deshacen los nudos de las redes, uno a uno.

miércoles, 24 de febrero de 2010

MANZANAS


Me miré al espejo y allí estaba la madrastra de Blancanieves. La cosa es que ese espejo lo compré de oferta, hará unos seis años. Y que tenía partida la ceja izquierda, justo en el mismo sitio que yo. Cómo ha cambiado el cuento, pensé, claro. Por ser original. Y por la misma razón le pregunté si acaso no era yo la más bella del reino. La más cariñosa. La más sensible. La más llena de razón. Se partió de risa, la muy bruja. Pero sólo oí mis carcajadas. Ni siquiera eres la más cegata, me respondió. O me respondí, que ya no sé. Ahora date un beso en la boca y comprueba a qué saben esas manzanas que regalas. La obedecí, para qué ponerme chula. Sabía a homo sapiens sapiens, femenino, singular. Ahora traga saliva, date otro beso y apechuga. Déjate de castigos y dale duro a la enmienda, humanita. Porque, por suerte y por desgracia, eso es todo lo que tienes.

domingo, 21 de febrero de 2010

LA MUJER DEL SEMÁFORO


La mujer del semáforo se giró para verme. Me puse roja. Sonreí pero ella no me devolvió la sonrisa. Sus ojos relucían, nerviosos, expectantes. Apresúrate, dijo, que ya te está esperando. Está llamando a la puerta. Debes acudir sin demorarte. He hizo un gesto con sus manos, como si anudara un lazo de aire. Se puso en verde y ella siguió andando. La gente pasaba ajena a todo. Alguien me empujó. Y yo me encogí de hombros. ¿Adónde? ¿Quién? Y yo sin depilarme. Regresé a casa en una carrera. Me senté en el sofá, con el abrigo puesto. Esperé todo el día. No vino nadie.

El martes la vi desde lejos. Me detuve. Se giró, le dijo algo a una chica. El semáforo cambió a verde, la mujer continúo su ruta. La chica echó a correr, en dirección contraria.

martes, 16 de febrero de 2010

MUDANZA


Con el afán del picapedrero, respirando el polvo fósil de los días, sigo. Siempre. Continúo la línea desdibujada del invierno y trato de imaginar semblantes más amables. Todo lo puede la cabeza. Puede crear y destruir la miseria a su antojo. Puede envolvernos en falsedades, dejarnos desnudos frente a las puertas cerradas. Pero también de ella salen las filas de hormigas que se alinean sobre el papel en blanco. Los mensajes de esperanza. Las manos a las que asirnos cuando tropezamos en la angustia. Los prados verdes sobre los que pasear descalzos; prados donde la lluvia se bebe, donde crecen nenúfares en los charcos. Y el ego se desintegra, y el perdón y la compasión son la hiedra que prende en las esquinas, el único ejército que puede derrotar al miedo. La opción inevitable. La casa a la que me mudo. La que hay debajo de este erial de rocas que trato de desmontar cada mañana, frente al ordenador, con cada paso, con cada palabra, con cada pensamiento. Pequeña vida. Torpe, lenta, silenciosa mudanza.

domingo, 14 de febrero de 2010

AUNQUE DESNUDO FUERA

Hoy es el día del amor de escaparate. ¿Qué podré decir, para quedar bien? ¿Que es como todo? ¿Que más vale un día que ninguno? Hoy me encojo de hombros y me dejo enternecer por las tontadas. Y miro a las chicas con sus rosas de plástico y sus minifaldas. Y quizá sienta envidia. Y sé que es ignorancia el llamarlas tontadas. Es más, sé que yo misma soy bastante tonta. Yo, que tantas veces rasgué mis vestiduras y seguiría haciéndolo... ¿Quién hay tan posmoderno, tan aséptico, tan desesperado, que no se alegre a la luz del relámpago con el timbre de la puerta a deshora, el beso inesperado, la presencia, una palabra, una respuesta, esa eterna sorpresa que es que alguien haya escuchado el eco? El amor solo sabe de generosidad. Aunque se lo manden desde fuera. Y le pinten de rojo y corazones todos los envoltorios. Qué más le da. Aunque desnudo fuera.

martes, 9 de febrero de 2010

LAS RAÍCES



Una canción y todo se vuelve piel y tiempo. El olor de la leche recién cocida que hacía vomitar a la niña de ciudad. Los bosques de noche pasaban a toda prisa por la ventanilla, esa ventanilla a la que a duras penas alcanzaban mis ojos. Me preguntaba si los lobos nos mirarían desde esa cerrazón de ramas, con sus ojos amarillos, si acaso ellos podrían rastrear en nuestra sangre mestiza las raíces. Y también dónde se escondían las estrellas en Madrid. Y por qué en las iglesias de aquí la piedra no olía a piedra. Y dónde prenderían mis raíces si todo es asfalto. Los neumáticos hacían crujir la gravilla de la carretera y papá conduciendo de noche, de vuelta a casa, a la costa, curva tras curva. Y el tacto. El musgo salvando el norte. El aire echándome el pelo en la cara. Una melodía, unas manos que apenas en un roce han detonado todas las palabras. Las raíces.

lunes, 8 de febrero de 2010

DORMIDA



Hoy me desperté primero. Y escuché mi respiración pausada, profunda. Cuando dormimos, nuestra respiración es la de un niño. Igual de frágil, igual de vulnerable. Un ser hecho de ternura, desprotegido, torpe, un poco patético en sus empeños, a veces. Llenito de tantas buenas intenciones como de pensamientos equivocados. Un ser como todos y radicalmente distinto. Yo. Ese cuerpo dormido es mi casa, la herramienta, el instrumento. Y debo empezar por él. Porque en cada una de sus células están contenidas las de la humanidad entera. No hay diferencia. Ni acaso semejanzas. O quizá ya me haya vuelto loca de remate.

lunes, 1 de febrero de 2010

VIDA


Ayer mis padres celebraban que hacía 47 años del día que se conocieron. Y lo celebraron de cara a la galería con una asombrosa sencillez: contándolo a la hora de la comida. Simplemente. Hoy estamos de aniversario... Ni brindis, ni manjares, ni derroche.

Fue en un guateque de los de entonces. Y recuerdan que era domingo, porque quedaron al día siguiente, y debe de ser extraño e inolvidable que la primera cita a solas ocurra un lunes. Pero supongo que en el amor la paciencia no está reñida con cierta urgencia. Con la necesidad que crea la ilusión pura. Con la alegría de encontrarse.

Y después vino todo lo demás. La vida. Mis hermanos y yo. Los conflictos, las resoluciones. La vejez, ahora. La asombrosa sencillez del amor con mayúsculas. De su entrega. De compartir la rutina de lo extraordinario.

Creo que no se regalaron nada. Nos miran a mis hermanos y a mí como su fuéramos sus mayores regalos. Cada uno una joya irrepetible. Nos miran como si nuestra felicidad fuera toda su recompensa. Y esto es la vida. La asombrosa sencillez del corazón cuando se ama. Nada más. Y nada menos.