viernes, 27 de julio de 2012

TABULA RASA



Una vez hubo pasado el fuego, todo en el lugar quedó en su sitio. Las piedras, negras de humo. Los árboles, aún en pie, gruesos trazos de carboncillo sobre el papel del paisaje. Las ramas, las hojas supervivientes, como una red de finas trabéculas en equilibrio inestable. Pronto dejó de salir humo del suelo, y se marcharon todos: los bomberos, los amigos, los últimos ancianos del lugar. Los ánimales se habían ido ya con las primeras llamas. Ni un pájaro, ni un insecto volador. Las arañas al fin fundidas en materia con sus telas. Los gusanos en lo más hondo, cavando. Un silencio mineral atrapó los espacios en blanco, el cielo, la arena calcinada, el suelo lleno de cristales. Todo lo que el dolorido viento se permitía era caracolear a ras de suelo, apenas mover las cenizas de sitio. El tiempo empezaba a rizar y a teñir de sepia los bordes.
Entonces apareciste.
Y soplaste, con toda la capacidad de tus pulmones.