sábado, 28 de marzo de 2009

UN TREN SOBRE LA TIERRA

Escucho el silbido a lo lejos.
Toda la madera está quemada.
Ha sido rápido, inseguro, subrepticio.
El tren se ha puesto en marcha,
ha aprovechado la cuesta abajo.
Sigue buscando una pureza que creo imposible,
incompatible con los años
indirectamente proporcional a lo vivido.
Sólo los locos, los suicidas, los visionarios persisten
en ese empeño de apertura.
La sinceridad es un acuerdo entre las partes.
El amor, una quimera con dientes de sable.
Los días, un apasionante coñazo.
Siempre me conté entre los locos.
Ahora me veo más bien perdida
sin un reflejo que encontrar en los espejos.
Ya veremos cuando lleguen las cuestas arriba.
Entonces me subiré de verdad al movimiento,
loca maquinista.
Aquí nadie gana la pole sin pagar su peaje al miedo,
o sin renunciar a la pureza.
Hay que ser rápida, segura, subrepticia.
Toda la madera está quemada.
Puede que el silbido venga de dentro.


(No, no he bebido. Puede que sea el té. O los antihistamínicos que no tomo. ¿Quién sabe? ).

miércoles, 25 de marzo de 2009

DEFORMIDADES

(A C. por su reciente fractura, aunque no creo que lo lea.)
A menudo una fractura ósea produce una deformidad manifiesta en el miembro afectado. Esta deformidad es mayor o menor en función del mayor o menor desplazamiento de los fragmentos. Al principio, después de la inmovilización o de la cirugía, la zona presenta a menudo un aspecto terrible: hinchada, con una angulación variable, la piel roja, brillante, macilenta. Por no hablar de las cicatrices. Muchos pacientes preguntan si eso se les va a quedar así. Si su brazo, o su pierna quedarán con ese aspecto, tan maltrechos, para siempre. Si seguirá doliendo. Para siempre. Yo les suelo decir lo mismo: que están en lo peor, que hay que tener paciencia. Que llegará el momento en que dejará de doler. Y que un día, pasado el tiempo, de repente se mirarán la zona donde tuvieron la fractura, la compararán con la otra y verán que no hay gran diferencia. Y se darán cuenta de que ya han olvidado siquiera cómo dolía.

Al principio me dolía respirar como si el aire estuviera hecho de arena. Después de que él se fuera, mis piernas iban buscando sentarse en todos los bancos de todas las calles, se dejaban olvidados los músculos en cada paso. Y sentía el corazón claramente deforme: mil fragmentos desplazados a años luz unos de otros, formando una constelación de llanto, exangüe, ingrávida, extendida por dentro de mi pecho, en las sábanas, en el espejo, y hasta en la suela de los zapatos.

Pero de repente me he dado cuenta: ya no duele. Sigue ahí, debajo de las costillas. Es uno solo, robusto, sano. Ha empezado a latir tan fuerte que se me escapa la risa por debajo de las uñas. He palpado con cuidado, me he tomado el pulso. He comprobado, efectivamente, que no hay gran diferencia. Sigue siendo el de antes, el mío. Sólo necesitaba tiempo, amor (y unas cañitas). Y cuando las circunstancias lo requieren, se vuelve igual de loco. Cualquiera diría que se ha olvidado incluso de cómo dolía.

jueves, 19 de marzo de 2009

INGENUIDAD (II)

El claro del Bosque, en Oxford.

Caperucita a veces sueña que nada en una pecera llena de tiburones. O que pasea por los bosques transilvanos sin crucifijo, ni ajo, ni agua bendita, con su caperuza roja y su cesta llena de versos.

A veces en el sueño Alguien se presta a acompañarla un rato. Y Caperucita accede, sonríe, se esfuerza por ser amable, por complacer, por contar unos cuantos chistes viejos. Conversa, ríe, se encariña. Alguien le pide que le explique cómo se va al claro del bosque, y ella, que cree conocer el camino, accede. Se ha fijado en cómo le brillan los colmillos a Alguien, pero como se siente un poco sola desde que al cazador se le ocurrió atrapar al lobo y, lo que es más, como le han enseñado que hay que ser buena y confiar, va un poquito más allá: le acompaña hasta allí incluso. (También porque una vez soñó que la daban un mordisquito y no le disgustó demasiado). Por el camino resuelve dudas sobre diccionarios, incluso explica cómo evitar que se formen contracturas musculares, o recita a Gloria Fuertes, o comenta el revés liftado de Nadal, incluso pone a caldo a Lewis Hamilton. Habla, habla, habla. Y se deja parte del corazón en ello.

Ya en el claro del bosque, lo muestra con orgullo: luce el sol y el prado reverdece. Caperucita está convencida de que existen pocas cosas más hermosas. Alguien asiente, mira el reloj y dice que se le hace tarde para esperar al autobús. Despliega su capa y sonríe con una sonrisa llena de colmillos. Y Caperucita abre los ojos. Pero no tanto como para que se dé cuenta nadie de que aún está despierta. Alguien sale volando, apenas se despide. Caperucita duda: tiene la sensación de haber sido ella quien echó a volar. O la conciencia pesada, como cuando uno carga con una gran mentira. Pero se sienta en una silla a restañar las heridas en silencio. Nadie la enseñó, pero ella sabe dar puntos de sutura con hilos de tinta: dejan unas cicatrices invisibles para los ciegos. Se cura con mimo, con mucho cuidado, no sea que se derrame alguna gota de sangre y llame la atención de los tiburones.

domingo, 15 de marzo de 2009

VULGARCITA

Ayer tropecé en una película (Pequeña Miss Sunshine) con una de esas frases tópicas que tanto me gustan: fracasado no es quien no tiene éxito en lo que hace, sino quien no lo intenta siquiera (no es literal). Y hoy me encuentro pensando en que escribir es una tarea sólo para valientes.
Implica, sobre todo, enfrentarse a uno mismo. Porque los temas que nos atraen a los que pretendemos escribir son los temas que nos perturban, que encierran algún conflicto propio; algún conflicto suya solución buscamos precisamente al escribir. Implica entender y asumir que la perfección no existe. Implica saber poner puntos, es decir: interrumpirse a uno mismo, ponerse un freno, ejercer de censor, o cuanto menos, de sentido común. Implica recordar detalles que preferiríamos olvidar; hacernos preguntas cuyas respuestas duelen. Implica ser interesado: ir dejando miguitas en el camino, con forma de palabras, de versos a veces, con el único objetivo de encontrarnos a nosotros mismos.
Por no hablar todo lo que implica de puertas afuera: las críticas de los demás, los juicios a nuestras personas, los rechazos, los éxitos inconvenientes, las dudas, las modas...
Sigo mi camino y dejo estas miguitas, lugares comunes, sí, por si me ayudan a encontrarme.

miércoles, 11 de marzo de 2009

"AL PIE DEL MAR DE LOS DELIRIOS"

Pienso en Silvio y en Quién fuera. En todos los años que han pasado (¿diecisiete, dieciocho, veinte?) Y sigo pensando yo también que quién fuera Lennon y Mc Cartney, quién fuera un poderoso sortilegio para hallar las palabras precisas, (en el umbral de ese misterio), o la mirada constante, o el corazón imponente y temerario que no decida dejar de querer sólo por miedo
o que renuncie a estar en permanente fuga.
Y sigo pensando, como entonces, que tal vez todas las dudas no sean otra cosa que dudas de amor. Y que todos los batiscafos debieran convertirse en autobuses. O viceversa. Y que podríamos cultivar otra cosa más verde que los muros en el corazón, ya que, por más que nos obstinemos en el silencio y el orgullo, vivimos todos al pie del mar de los delirios.
(Y siempre a punto de decir adiós).

sábado, 7 de marzo de 2009

LAS MANOS LIMPIAS Y LOS PIES DESCALZOS

Te invito a sentarte en el suelo
de mi justo centro descentrado.
No puedo ofrecerte grandes lujos,
sólo calidez, palabras, un montón de dudas,
la transparencia, la imperfección y la mirada.
la verdad mentida
lo aparente sencillo
algún que otro millar de besos
inoportunos.
la risa, la nostalgia.
Y las elipsis necesarias
para no caernos en la rutina.

jueves, 5 de marzo de 2009

INGENUIDAD (I)

Cada vez entiendo menos cómo está montado el mundo.Y empieza a ser un problema para mí. Porque no entiendo ese afán por juntar dinero. Ni poder. Ni conquistas. Ni halagos. No entiendo que me obliguen a meterme en esa rueda: vender mi vida al mejor postor, mi tiempo. Mi vida. Mientras pasan los días y no me doy ni cuenta. Y soy positiva. De verdad que intento exprimir los momentos. Todos los momentos. No me paso la vida esperando al viernes. He intentado ser sincera, mirar a los ojos, escuchar, aprender. He intentado ser dulce, amable, asertiva. Me he enfadado a veces, sí, pero es que soy humana. No soy un bolso nuevo, ni un crucero de lujo, ni una boda en los Jerónimos; tampoco una mileurista, ni una aspirante a escritora, ni una fisioterapeuta. Soy un ser humano. Y quiero que me devuelvan mis sueños.

domingo, 1 de marzo de 2009

LENTITUD

Es domingo y llueve.
Día para la calma. Para compartir un café, conversar, reírse en voz baja. Día de intimidad de hogar, de libros, de poesía. Día para hablar de lo que nos llena el alma. Del hechizo de ciertos personajes. De esa pasión dulce que nos invade a los heridos en esta guerra de letras cuando logramos dejar atrás el raciocinio y escribimos; cuando permitimos que salga lo que importa con esa forma que poca gente, si acaso los que nos aman, sabrán entender.
En la lentitud de este domingo más vale conjurar las penas, echar de menos, ser generoso para dar y para recibir. Soñar con el regazo que nos colme. Avanzar un paso más, pequeño, despacio. Con paciencia y cuidado. Recordar que la materia de los sueños es frágil y que sobre ella sólo se puede avanzar con pies descalzos.
Es domingo y llueve.