lunes, 25 de junio de 2012

HORÓSCOPO



Hoy mi horóscopo de decía que me deje llevar por la magia de los días y que todo será posible, hasta lo imposible. El sol está en mi signo y cuando se esconda vendrá la luna a relevarle y entonces ya será el no va más. Es el momento de abrazarnos a los árboles y escuchar la voz vegetal del mundo; de saltar hogueras sin salir quemado, y arrojar a las llamas lo viejo, lo que impide, los lastres que nos mantienen pegados a la tierra. Es tiempo de escribir deseos que se harán realidad, porque eso es lo que debe suceder con los deseos.
Así que te escribo y te pido que vengas. Que dejes ya esa dureza de eones. Que te rindas en tu empeño baldío y entregues las armas a quien quiera guerras. Que seques el sudor de tu frente, Ulises, te vistas de velas blancas y acudas a este hogar de pan caliente. Para que después, si quieres, continuemos juntos este viaje inevitable. 

martes, 12 de junio de 2012

LA BURBUJA DEL NIVEL



Lo confieso: yo también he creído que la decepción me pertenecía. No como una posesión, solo como un hábito, uno malo, como cuando fumaba y pensaba que era más fácil dejar de fumar si durante el proceso podía seguir fumando. Yo también he estado segura de que me quedaba coja si alguien decidía que yo le estorbaba para andar. Yo también he tenido que sentirme deprimida, mientras me sentaba a pleno sol a esperar al último autobús del equilibrio.
A veces me aferro a los lamentos, recuerdo los prodigios del desastre, me demoro en los jardines marchitos de lo que pudo ser. Discuto con las sombras, le quito la razón a los fantasmas, a personas que no están, mientras repaso con la bayeta los azulejos limpios de ayer y me empeño en llorar y en sentirme como si esta aflicción fuera a durar siempre, como si no me fuera a marchar un día, como si de verdad tuviera importancia lo que esperaba antes de que sucediera lo que quiera que haya sucedido. Los argumentos a solas siempre tienen sentido, aunque nadie los rebata; siempre parecen coherentes. Y lo sigo creyendo a pies juntillas, aunque las pocas veces que los he sacado a pasear con sus collares, haya vuelto arrastrando cadenas vacías.
Seguro que conocéis la sensación. El mejor momento es cuando decidimos que la culpa es del otro. Que merece nuestro castigo: el silencio agresivo, el conflicto armado, la ceja levantada y la ironía en ristre. Ese es el mejor momento, sí: cuando nos convencemos de que fue el otro quien instaló en nuestra cabeza el enorme castillo hinchable, con sus torreones, y el foso y los cocodrilos, y una princesa con los ojos de aquella muñeca que amamos a los seis años... para que le tire la trenza y que así suba a rescatarnos de nuestro aburrimiento de nosotros mismos.
Me pregunto qué pasaría si me limitara a dejar que cada día trajese su afán. Si no inventara tramas y dejara que cada personaje me fuera contando su verdad mientras camina, en lugar de preseleccionar la verdad que me convenga. Si aceptara el cambio, la pérdida, la soledad, las elecciones. Aceptar. Si le mirara a los ojos al minuto y respondiera con la sinceridad y el calor y la picardía que solo son posibles cuando se acepta. Cuando no se anticipa. Cuando uno se instala bien firme en el centro mismo de quienes somos, ese único lugar desde donde es posible ver a los otros en el interior de la burbuja del nivel. Vertical u horizontal, pero aún vivos. 

domingo, 3 de junio de 2012

LÁGRIMAS AUDACES



Me siento como si regresara después de un largo viaje. Al fin de vuelta, al fin en casa. Respiro profundo y se me saltan las lágrimas. Es de cansancio, de echar de menos, de hallar el calor intacto esperándome, con esa mentira al borde de los labios, todo va a ir bien, todo va a ir bien. Me vale la mentira, me la bebo. Nunca debí marcharme, tal vez. La vida obliga. Me quito los zapatos y abro las ventanas. Sacudo las sábanas que convertían mis muebles en fantasmas. El polvo reverbera, se demora en los haces de luz. Me llega el ruido de la calle, las paredes me abrazan de nuevo. La cama, el sofá, mi mesa de trabajo. Aquí estoy. Donde puedo ser tierna y no avergonzarme de ser quien soy. Reconocer mis hierros, sostenerme, enmendar los yerros a golpe de martillo e incandescencia. He vuelto a mi casa hecha de letras. Con algunos sueños menos, fatigada, llena de sudores. He visitado algunos sitios este tiempo. Algunos ciertamente tenebrosos. Otros parecían lugares de dicha y solo escondían dolores vestidos de fiesta. Por suerte hay posadas bondadosas, las de siempre, y consuelan de los que se van sin avisar, de los que son tan pequeños que siguen necesitando hacer daño para creerse grandes, de los que la vida te arrebata, de los que amenazan con arrebatarnos. A todos se los quiso, aunque de eso ya nadie se acuerda. Salvo los viejos papeles, algunas lágrimas, y estas paredes cariñosas que me abrazan, que parecen encorvarse a mi paso para abrazar mis dudas. Al fin en casa. Respiro profundo y se me saltan algunas lágrimas audaces.
Os he echado mucho de menos.