lunes, 30 de enero de 2012

RECESIÓN

Me cuesta escribir, lo mismo que me cuesta hablar. Como si en el silencio se encontrara el núcleo de la fortaleza. Como si al cerrar los labios pudiera lograr sellar los resquicios, convertirme en bloque, ajeno a la debilidad, a la realidad tan sólida como falsa. Y a la soledad inmensa de la mirada equivocada.
Al final todos mis caminos me llevan al mismo sitio. Qué fácil sería si fuera posible. Acabar con él, maldito ego, terminar con su servidumbre, con las necesidades impertinentes que nos crea, el invisible, el traidor. Qué fácil sería poder machacarlo con un mortero; o verlo claro, saber sonreírle y mirarle a los ojos y darle un beso. No dejarse llevar por su ansia de querer auparse por encima, por encima de un mundo que no existe, por encima de fragmentos que no hace sino formar cosas que no existen tampoco, deseos, deseos, deseos. Humo. Miedo. Recelos.
Qué fácil si contáramos con el antídoto perfecto, la compasión redonda, la que hace de los seres otra cosa, amable, frágil, delicada a nuestros ojos.
Qué fácil, si no fuera tan difícil.
Que fácil si no doliera, a cada paso, cada centímetro de universo que se expande, se separa.

jueves, 12 de enero de 2012

VUELTA A CASA

Llevo un buen rato calentando dedos, escribiendo tonterías. Las fiestas han sido largas y espesas y una pierde las costumbres, incluso las buenas. O quizá esas se vayan las primeras. Hice buenos propósitos para el año nuevo. Vivir mejor. Seguir siendo tan coherente como pueda. Coger a algunos de mis toros por los cuernos.
He conseguido ponerme a dieta.
Poco más.
Los días me huelen a humedad. Es un invierno raro. De cambios.
Me toca mucho las narices la impermanencia. Pero menos mal que todo acaba.
Más difícil es entender y aceptar que nada es lo que parece. Ni hábitos, ni monjes. Y que está bien así. Que todo esta bien, aunque no se comprenda.
Miro hacia dentro y sonrío. Cierro los ojos, respiro.
Vuelvo a casa.
Feliz 2012 a todos.