martes, 21 de septiembre de 2010

CON MIS OJOS DE AHORA

Para G

Entonces yo tenía dieciséis años y la sensación de que la vida era otra cosa, un inmenso París, inagotable. Sin embargo el mundo se enrosca cada vez más en el diminuto plano de esta aldea. Cada vez más pequeña. Las calles son de piedra y los pasos resuenan en ella igual que resonarían en Comala, cuando cae la noche y ya no hay gente. Entonces, mis dieciséis años no se detenían a contar las pisadas sobre su pavimento, no las clasificaban, aún no sabían lo que era echar de menos. Entonces elegía las sendas de extravío, las calles angostas, hechas de peldaños, siempre en cuesta. No me daban miedo las farolas ciegas.

No ha sido hasta hace poco que he sabido que esas calles no me llevarían nunca a casa. Que esas calles suelen terminar en ningún sitio. Ahora que lo sé trato de desandar lo que ya no es desandable, porque no me creo que todo lo que es esté sin más a la vista de los ojos.

Por eso,
aquí te dejo mi reguero de palabras, el único camino que termina en el mismo centro de mi casa. Y así te digo que tú eras una avenida amplia y desahogada, un bulevar con plátanos de sombra, fuentes para beber y bancos para sentarse y hacer tiempo. Te lo digo por si algo se pone en movimiento, y encuentras este rastro, y estas migas tardías logran hacer las veces de puntos de sutura, que restañen tu herida de entonces desde ahora, desde las manos de mis dieciséis años. Con el dolor, y el amor, y mis ojos de ahora.

jueves, 9 de septiembre de 2010

ZOOM


Alambre de espino, sí, pero la cancela abierta. Sola y habitada en mitad de la belleza. Al fondo, el mar sin fondo. Las ovejas pacen, pensamientos, por donde les da la gana. Y el cielo, a punto de desplomarse, vigilante siempre, protector a veces. Hemos plantado amapolas en las jardineras. Las regamos con las lágrimas que vamos guardando en una jarra, pues así crecen más fuertes. Los domingos por la tarde, si no llueve, me invitas a subir al tejado y pintamos monigotes con tiza. Dentro el hogar está encendido. El amor, la lumbre. Mis letras y tus sueños, universos que se expanden y contraen, según mis mareas hormonales, tus despistes. Hablamos. Tanto que se han aburrido los relojes. Reímos. Algunas noches, la aurora boreal pasea en nuestros ojos. Más adentro, la ilusión intacta.

jueves, 2 de septiembre de 2010

UNA ESCALERA, UN PUENTE



Isla de Skye (Escocia). También tiene música.


ojalá pudiéramos caminar sobre al agua y alcanzarlo y trepar en colores, y ser agua de lluvia, que borre todo, todo, y caiga y se desprenda y sea río y se vierta en una cascada de manos y sudor sobre nuestras espaldas. Y empezar cada mañana con la certeza de que nada hay seguro, que solo el amor es cierto. Con la mirada pura de quien nada teme, de quien solo espera la bondad porque sabe que solo bondad somos. Caminar sobre el agua mansa y beber de tu mano y romperle la cara al miedo, al pasado, ponerle la zancadilla a los pasos sucios de la cobardía y salir corriendo, donde no nos encuentre, detrás del árbol, y abrazar el tronco recio, sólido, manso, roto en colores que trepan hasta el cielo, sin altura ni vértigo y colores que de pronto son una escalera, un puente, una vía, al fin, un pasaje directo, entre el cielo y la tierra, entre tu corazón y el mío.