miércoles, 28 de octubre de 2009

TRUCOS PARA OLVIDAR EL AMOR PERDIDO

El mago saca de la chistera su esperanza baldía. El público se mantiene en vilo, en silencio. Recita el sortilegio, le da un toque con la varita. Hay una pequeña explosión y, entre una nube de humo, la esperanza se convierte en un terrón de azúcar. La gente aplaude, fervorosa, incrédula. Echa hacia atrás la capa y con un movimiento limpio coloca el terrón en el interior de un vaso vacío. Ni que decir tiene que antes había mostrado el vaso a la audiencia, incluso había metido la mano dentro para comprobar que no había nada. Sólo un vaso transparente, de cristal, con el terrón de azúcar dentro. Se remanga bien, para que puedan verle las muñecas. Coge la jarra de agua que le tiende su ayudante y llena el vaso muy despacio. Luego, con una cucharilla, remueve el contenido. Et voilà! El terrón ha desaparecido. El agua es turbia al principio, pero poco a poco se vuelve cristalina. Alza el vaso y lo enseña en todas las direcciones. Exhibe una sonrisa al borde del llanto. Se eleva una exclamación desde el patio de butacas. Un aplauso perplejo rompe el hielo y se contagia al resto de la sala. Hace un par de reverencias, y retrocede a un segundo plano para que el aplauso alcance también a su ayudante. Éste agradece el gesto, y mira al mago con ojos que bailan entre el orgullo y la piedad. Cuando el tiempo pase y el estruendo cese comenzará el siguiente truco. “Ahora vamos a necesitar un voluntario”, proclama el ayudante.

sábado, 24 de octubre de 2009

LOS ANILLOS DE SATURNO

Esta foto de los anillos de Saturno está cogida de AQUI.

Me detengo. He llamado a mi puerta. Me paro a escuchar mis propios pasos. Son rotundos. Y se acercan. No pensé que fuera a tener miedo de verme. Y no lo tengo. Nadie me había dicho que para darse hay que estar en el mismo centro de uno mismo. Es un sendero interior. No puedo negarme. Así que, en el camino a casa, observo. Y hay instantes en que siento tanto amor que estallo hacia arriba, y de repente soy confeti. Y no os imagináis qué sensación, que el viento te lleve por encima de las copas de los árboles, o en vuelo rasante sobre las cabezas de la gente, o pegada a la suela de cualquier zapato. O caer en barrena dentro de un torbellino. Y terminar durmiendo debajo de su cama, velando su sueño, sin cuidado. En silencio absoluto. Para prenderme al primer rayo del sol que rompe la niebla y continuar la ruta. Decir adiós para cerrar el círculo. Siempre hacia dentro. Descalza sobre los anillos de Saturno.


(Y sin tomar pastillas).

lunes, 19 de octubre de 2009

HOGAR

A veces suceden. Los milagros.
La temperatura justa,
El tiempo, el espacio,
las personas.
Sopla una ráfaga de viento que desordena los juncos.
Reverdecen los trigales.
Mi cabeza en tu hombro.
Regreso a casa.

jueves, 15 de octubre de 2009

INVASIÓN

Los cascos azules han tomado mi salón. Uno de ellos prepara una paella en la cocina. Otros dos han bajado a por el pan y a por unas gambas, me informa el oficial al mando, una chica a la que el casco le viene un poco grande. Me dicen que estoy invitada y a mí solo me sale una risa sardónica y un faltaría más. Como si me creyera con derecho a nada en mi propia casa, como si ésta fuera solo mía. Como si no hubiera sido yo quien se dejó la puerta abierta. Ya ves tú, lo que hace a veces la ceguera.
Uno morenito me ha arreglado el enchufe del cuarto de baño. La chica, con el casco que casi le tapa los ojos, mira por la ventana. Hay uno muy delgado que pasa las hojas de mi álbum de fotos. El rapado viene a preguntarme a cada instante dónde tengo las cosas: la tabla de cortar, los manteles, que si tengo palillos. Después, lo mismo que si fueran bebés dormidos, quita una a una las plantas de encima de la mesa. Yo lo miro y me pregunto si sería capaz de disparar a un hombre. Si sería capaz. Él me devuelve la mirada. Me sonríe, con unos dientes muy blancos. Su cráneo refleja la luz de la lámpara. Se me acerca y me dice al oído que a veces hay que matar para seguir viviendo. Que a veces la paz bien vale una guerra. Y que si tengo copas grandes para el vino.

lunes, 12 de octubre de 2009

POSTOPERATORIO

A mí las bombas me estallan en silencio. Por fuera quedo intacta, pero la onda expansiva revienta todas las ventanas desde dentro. El corazón vuelve a romperse en todos sus pedazos. Camino y voy dejando un triste rastro de cristales por los corredores. Caen de debajo de la camiseta, desde la pernera de los pantalones, de la punta de los dedos. Lágrimas que cristalizan. Qué apuro. Y qué cansino. Otra vez recogedor en mano.
Al final junto más trozos de los que tenía, y me sale un corazón hipertrofiado, mucho mayor que el de antes. Y necesito pedir ayuda para las cirugías: que si ahora no entra en el pecho. Que sí, que sí que entra: venga, tú, separa las costillas, que yo lo empujo. Y ahora siéntate encima, mientras yo trato de cerrar la cremallera.
Durante el postoperatorio, aprieta el pecho y da un poco de miedo. Pero luego da de sí. Lo mismo que las horas. Al final incluso deja de oler a pegamento. Y se licuan las lágrimas. Y regresa la sangre a la punta de los dedos, a la pernera de los pantalones. Y aparece un hombrecito vestido de naranja que se descuelga de un andamio desde la azotea, por dentro, y limpia una a una todas las ventanas.

jueves, 8 de octubre de 2009

INGENUIDAD V: LO MEJOR QUE PUEDA

A veces me cuesta verlo. Todos en el mismo barco. Noé está borracho, según parece. O eso o el timón tiene floja la correa de transmisión. O quizá es sólo el diluvio que, claro, va dentro de su definición el ser incontrolable. O el arca ha resultado ser de Ikea. Da lo mismo. La vida es lo que es. La cuestión es que, ante la zozobra, todos lo hacemos lo mejor que podemos. Y sí, a veces nos pisamos, nos ignoramos, nos hacemos feos. Somos torpes, mal educados. Crueles. Incluso, a veces, pareciera que somos malvados, que lo que buscamos es herir. Pero empiezo a creer que no es cierto. Sé que no lo es.
Sé que lo único que queremos es bandear la tristeza, aumentar el saldo de días felices. Cada uno a su modo. Jugamos a la Wii, nos compramos zapatos. Hacemos fotos, salimos con amigos, bebemos litros de whisky. Nos enamoramos. Escribimos. Todo para dejar de sufrir. Para superar las pérdidas, el desamor, la falta de inspiración, los sueños rotos. Lo mejor que podemos. Somos sólo humanos. Y un día nos iremos. Humanos frioleros. En la inmensidad ignota, expansiva de un universo a bajo cero.
Así que mañana viernes, como todos los días, con mayor o menor fortuna, me levantaré de la cama y empezaré de nuevo. Pediré perdón, querré ser más humilde. Procuraré dar más amor y tener menos miedo. Atender más a las semejanzas que a las diferencias. Miraros más a todos como iguales, gente que busca gente, que lo hace lo mejor que puede. O sabe. Mañana lo haré lo mejor que sepa. Torpemente. Lo mejor que pueda.

martes, 6 de octubre de 2009

GATOS


Mi animal favorito es el gato. Menudo, ágil, arisco a veces. Perceptivo. Rápido. Con sus uñas retráctiles, su ronroneo, su piel suave y la necesidad de expurgarse constantemente. Siempre observando la realidad desde lo alto. Cazador y cazado. Dicen que nos atrae aquello a lo que nos parecemos, o a lo que queremos parecernos. Yo también busco una pared a mi espalda cuando estoy herida. Y de buen grado dormiría debajo de los radiadores, o de los flexos, o en la curva de su cuello, si pudiera. También me gustaría caminar sin hacer ruido, sin despertar a nadie. Salir de noche y regresar sólo cuando sea necesario. Y no tener que rellenar más formularios.

Dice el alergólogo que no es el gato en sí, sino una proteína en su saliva la que provoca el asma. Y que si los peces me aburren, las tortugas me parecen frías y tanto los pájaros en sus jaulas como los ojos de los perros me provocan el llanto, debería ir aceptando que no podré nunca tener mascota.

jueves, 1 de octubre de 2009

TENTACIONES (Sólo el amor)

Anoche tuve tentaciones de mudarme a Comala. Porque en el insomnio no distingo bien los vivos de los muertos, porque tengo mucho miedo a los fantasmas. Necesitaba echarme a las calles de Comala solamente porque quería sentir miedo. Y quería sentir miedo solamente porque éste es más poderoso que la pena.

Pero de repente recordé la jerarquía. Más fuerte que el insomnio, que la pena, que el miedo, que el orgullo, o que la muerte. El amor. Sólo el amor. Una raíz que tiene que desgarrar la tierra, sí, para que la cordura encuentre asiento. Y llegue a lo más hondo, al centro justo. A esa verdad que no encontraré en Comala, porque viene conmigo. Sólo el amor. Que ni se crea, ni se destruye: tan solo se acepta, se siente, acaso se reinventa. Lo único que distingue los vivos de los muertos.