lunes, 29 de noviembre de 2010

CICATRICES

Se me ocurrió después de leer a Belén. Y por la vida, claro.

Siempre me ha gustado tratar las cicatrices. Ver cómo evolucionaban con el paso de los días. Dedicarles tiempo. Ponerles un poco de crema, entretenerme en masajearlas, con ese zig-zag suave, con delicadeza. Con cariño. Al trabajarlas así se hacen más flexibles. Las células que forman las cicatrices son más frágiles, menos elásticas que el resto de tejidos. Carecen de folículos pilosos, de glándulas sebáceas, ni sudoríparas. Son células de urgencia, que acuden en tropel a llenar un hueco. Hay que ayudarlas a que se ordenen, a que se organicen, para que sean funcionales. Y aún así, a veces se engrosan demasiado, o son insuficientes. Su sensibilidad está abolida, a veces; otras, alterada. No estamos acostumbrados a las sensaciones que transmiten. A menudo dolorosas ante cualquier estímulo. No hay que olvidar que el dolor no es la enfermedad, sino la señal de alarma. Son especialmente susceptibles a la presión. Una cicatriz supone un punto débil dentro del manto de un tejido. Pueden romperse con mayor facilidad. Y son indelebles. A veces, porque duelan demasiado o porque no permitan el movimiento, puede llegar a ser preciso remodelarlas. De manera aséptica, romperlas para empezar de nuevo, que se rehagan, esta vez de manera sana. Requieren paciencia, tiempo, manos.
Hay muchos tipos de cicatrices.

Te lo digo para que no te preguntes más si te he olvidado.


jueves, 25 de noviembre de 2010

Y NADA MÁS




Lo más cruel, a veces, es pensar que esto de hoy dentro de nada parecerá una tontería. Un diminuto instante. Será una tontería. O no será nada. Es cruel pensar en qué quedarán las ilusiones de hoy, pasado el tiempo. Constatar lo ridículo de nuestro empeño. Sísifos cotidianos buscando alguna cosa que perdure, montaña arriba, sin darnos cuenta de que nada, salvo lo que es, lo hace. Perdura. Cielos azules por donde las nubes se pasean libres. Pensamientos. Hasta hacernos creer que la naturaleza del cielo es estar nublado. y nuestra obligación, perseguir las nubes. Atraparlas y ver que son agua en un cesto, arena entre los dedos.
Cómo vivir donde nada es seguro. Padres que envejecen y desmenuzan nuestra infancia como barro entre sus dedos callosos. Amigos que dejan de quererte, amantes muertos. El propio corazón, en lista de espera para otra cirugía. Cómo vivir cuando has olvidado entre el caudal de siglos de viejos caminos, recuerdos y deseos, que perteneces al cielo.

lunes, 15 de noviembre de 2010

NADIE VERÁ SU CASA

Merece la pena pasarse por aquí. ¡Gracias, Alf!

¿Se cansará ella de mirar por la ventana y no ver pasar a nadie? ¿Puede uno saturarse de belleza? ¿Jugará a tratar de ver su casa, la casa de sus padres? ¿Perderá el tiempo ante el espejo? ¿Cómo afectará la gravedad a sus pequeñas, humanas, inconsistencias?

Qué hermoso resulta pensar que lo grande está compuesto por todo lo pequeño.

Qué liberador ser tan pequeño.

La saludo con la mano, aunque no pueda verme.

viernes, 5 de noviembre de 2010

BELÉN

La foto la he cogido de aquí.

Hay un río pequeño en el fondo. Desde arriba parece increíble que ese hilo de papel de plata haya sido capaz de disparar todos los cañones. Tiene agua dulce, en él no encontrará nadie ninguna caracola. Nadie arrullará olas del mar, ni creará la ilusión de que existe algo más grande.

El sustrato era maleable. Todos empezamos siendo niños y desde entonces las palabras se clavan como arados en la carne. Y todo el resto de lo que somos es el hueco, el aire, ese limbo de los besos no dados, del amor inédito. Hoy miro desde lo alto todo ese paisaje. También la tristeza morirá el día del viaje. Quizá merezca la pena hacer un ejercicio de autocartografía, tratar de poner nombres, y entregar el mapa. Por si algún día existe una biblioteca de verdad de humanidades. Quizá haya alguien con ganas de ver, de verme, de emplear sus ojos. De divertirse. Reconozco en las aguas ridículas del río todas las preguntas, todos los sabotajes. Todas las mentiras. Todas las mentiras que he creído una a una. De repente siento ganas de desmontarlas, de hacer mío ese paisaje. De armar el Belén.

Y ponerle una presa al puto río. Hacer un embalse enorme, un pantano donde puedan bañarse las princesas. Y un puente romano, que estoy hasta el moño de mojarme los pies al vadearlo. Plantar césped artificial en cualquiera de sus lindes arcillosas. Y una decena de ovejas que pasten sin cuidado, y seis patos amarillos fuera del agua, del mismo tamaño que las ovejas. Porque nunca hay la misma escala para todos, al fin lo sé, y aquí la verosimilitud me trae al pairo. Como la realidad, que es la primera mentirosa. También un cerdo grande que sepa echar las cartas. Y siete reyes magos montados en Ferraris. Los camellos pastan, ríen mirando a Oriente, se ponen de cerveza hasta la chepa. En el pesebre una madre soltera acaba de adoptar a un niño. Y San José, que sabe que es el padre, exhausto después de la cesárea, cae rendido a los pies de la mujer, enamorado, y le dice que en cuanto abran el registro civil le dará su apellido por orden alfabético y todo el amor y el dolor del mundo. Los pastores aplauden y tiran pétalos de rosa. Y aparece una estrella gigante con un telescopio Hubble de la mano. En la cola de la estrella viaja el Halcón Milenario y Han Solo sonríe como solo saben sonreír los sinvergüenzas, abre una ventanilla a golpe manivela y arroja cientos, miles de octavillas. Leia, te amo, dicen. Y Leia que es una lavandera arrodillada al borde del puto río, se pone roja y le odia más que nunca, pero lo saluda con su mano hinchada por el agua, le tira un beso, se conforma. De aquí a cien años, todos calvos, piensa, y me mira, y confiesa que en el fondo también le ama, y que ha visto un vestido precioso de Pronovias. Me dice que ya basta por hoy, que lavará mañana las sábanas que quedan. Y a mí, que ya me vale, poner tan fría el agua del maldito río. Y que está hasta los rodetes de tristezas: que deje de escribir de una vez y que me vaya a la peluquería para estar presentable el día de la boda. Ha invitado a un Jedi que quiere presentarme. Siempre me han excitado los hombres con falda, hábito, abrigo hasta los pies, capa. Y espada. Así que os dejo.