Prudencia, para caminar despacio sobre el hielo.
Humildad, para pedir perdón, y perdonar, y descansar en la imperfección misma.
Sencillez, para elegir las palabras que nos hacen.
Inteligencia, para reconocer los milagros, la belleza, las oportunidades. Y las limitaciones.
Calor, para adelantar deshielos, si hace falta.
Paciencia, para reparar en que cada uno lleva a cuestas su fardo.
Ilusión, para empezar de nuevo.
Humor, para reírnos los primeros de nuestros resbalones en plena calle.
Voluntad, para siempre volver a levantarse.
Ternura, para saber pedir y ofrecer una caricia a tiempo.
Candor, para desbaratar los argumentos de los cínicos.
Sentido común, para aceptar la vida como viene.
Siempre un beso en la recámara...
Hoy me pregunto, y en realidad, al preguntar lo que hago es una declaración de guerra: con todo ese arsenal
¿Adónde podríamos llegar si no existiera el miedo?