viernes, 30 de septiembre de 2011

RIEN DE RIEN



No es por llevar la contraria, pero sí. Yo me arrepiento de cosas. Qué se le va a hacer. Por mucho que sea positiva, que vea que todo sirve para aprender. Por mucho que crea en eso que CS lewis dijo tan bonito el dolor de entonces será parte de la felicidad de ahora. O viceversa. Sí, sí. Grandes verdades. A veces aprendemos, a veces necesitamos de un buen palo.
Pero ahora, de repente, quizá en un arrebato de locura transitoria, me arrepiento de haber tomado ciertos caminos. Ciertos seres. Y estares. Me arrepiento de haber dado oportunidades, confianza, de no haber sido más asertiva. O viceversa. De haber enarbolado una bondad mal entendida, eso que ahora muchos llaman buenismo. Lo que no quiere decir que me dé por pensar que hay que ser malos. Que no, que no. La bondad, creo, es señal de inteligencia. Tocino y velocidad. Me estoy despistando.
Me arrepiento, decía. He cometido errores que han condicionado muchas de mis infelicidades; de ahora y de entonces. Quizá porque a base de tanto je ne regrette rien nunca he terminado de aceptar la imperfección; y me he plegado al engaño de que lo imperfecto es lo perfecto. En lugar de no dar esa vuelta de tuerca y detener los pasos en lo más simple (mis saludos a Ockham): que, sencillamente, el error existe. El mundo es imperfecto, yo soy parte del mundo, ergo...
Y sí, si un día fuera neutrino y pudiera ir a donde me diera la santa gana, creo que hay cosas que haría diferentes. Como te lo cuento.

jueves, 22 de septiembre de 2011

LENTEJAS


Los tejidos siguen vivos a pesar del sueño. No es cierto que la consciencia sea todo. Anoche has venido a verme, te has tumbado a mi lado, me has contado el secreto. Aún conservo tu olor prendido en la solapa, enredado en mi pelo. Con los ojos cerrados. He reconocido tu voz en la penumbra, tu beso en mi mejilla, el tacto de tu mano sobre mi hombro desnudo.

Es lo más cerca que podemos estar de la magia. Dormidos. Cuando volamos, cuando vienes a verme, y me hablas, y me explicas por qué. Por qué te fuiste, porque vuelves a veces cuando duermo. Y yo sigo sin entenderlo por más que hables. No sé por qué me empeño. En una ráfaga, te oigo respirar, y al fin comprendo que no hay nada que entender. Que ése es el milagro. Que da lo mismo estar despierto, dormido, mendicante. La realidad la siguen creando los tejidos. Las redes. No hay nada que entender. Solo aceptarlo. Vivir a gusto, o no. Comernos las lentejas. O tener la voluntad de crear el camino en cada paso.

Así que esta noche he quedado contigo.


jueves, 15 de septiembre de 2011

PREGUNTAS. Perdón I


¿Qué pasa después de la ofensa? ¿Cuál es el verdadero significado del perdón? ¿Es ser como el agua, que vuelve a la normalidad después de recibir la piedra? La guarda en el fondo, quizá la arropa en fango y la olvida, en su seno cálido o helado. O la deja posarse junto al resto de piedras. No la devuelve a la orilla, envuelta en un tsunami.

Es posible que asumir la capacidad del otro para dañarnos sin querer con su conducta sea asumir la propia imperfección. Qué cosa más intolerable: nosotros, que siempre tenemos la razón; nosotros, que siempre merecemos el perdón. Seres impolutos que hallamos siempre la culpa en los demás, y nunca preguntamos al espejo. Seres impolutos que vemos humanidad en nuestras ofensas y agravio en las de los otros. Que en nuestra ceguera consideramos soberbia la generosidad del que nos regala la remisión de nuestra falta, el milagro del olvido.

¿Cuál es la magnitud de éste? ¿En qué sustrato debería permanecer la deuda? ¿Cuánto tiempo hace falta para domar las mareas? De lejos, las rocas se convierten en piedras. Las olas, en ondas que apenas rompen la superficie de la calma. ¿Es la distancia la solución? ¿Lo es acaso el tiempo?

Lejos, pasados los años, seguimos siendo imperfectos.

¿Basta con apartarse de las manos que tiran piedras a los trenes, a los lagos? Piedras que reboten contra la superficie. ¿Terminará alguna vez la eterna infancia?


lunes, 5 de septiembre de 2011

DESDE EL AGUA


Un día el agua vuelve a ser transparente. En la superficie, el rostro reflejado te recuerda a alguien. No importa agitarlo, que se descomponga. Ahora sabes que no has venido aquí para eso, para la eternidad, sino solo para habitar el fugaz instante y dejar libre tu hueco después. Tampoco has venido para detenerte demasiado tiempo en esa imagen: de todos modos, no durará.

Poca importancia tienen entonces, desde el agua, los agravios, las ilusiones. El pasado. La quimera del futuro. El instante se disuelve en la intensidad. Todo lo que nos queda es vivir hasta la médula esas emociones pasajeras, lo que sentimos y hacemos sentir.

Si nos paramos a separar las partes, cada pieza de lo malo se recicla en la construcción de lo bueno. Al momento siguiente. Los que llamamos nuestros enemigos son los maestros de nuestro bienestar. Desde el agua, nuestra vida no se puede convertir en un juego de evitación, ni de enfrentamiento. Solo de amor y aceptación. Un día las turbulencias desaparecen y, si enfocamos bien la mirada, podemos ver el fondo de arena dorada y piedras que acarician.

Al menos hasta que suba la Marea y todo desaparezca.