domingo, 27 de junio de 2010

CUADERNOS Y FAROLES


Tanto reír tenía que pasar factura. Una multa cósmica. La sensibilidad. La pérdida. La piel que se hace fina y cala, y duele, y a veces se dobla por la mitad, y luego otra vez, y otra y se esconde en un bolsillo. Cuando se siente inútil. (Por ejemplo, cuando vio que sus manos se alejaban, incapaces de encontrar el tiempo de una caricia). Abandonada.
Hago inventario y entiendo la razón por la que escribo. Y al momento siguiente se me olvida. Para que continúe. Si me muriera hoy mismo, en este instante, quedarían detrás de mí un mosaico de textos en pelotas, cuadernos que habitan los altillos, que encienden los faroles cuando cae la noche. Su luz tiembla bajo el aguacero, pero no se apagan.
Ha llovido este año casi todos los días.
Los ojos, cuando están secos, dibujan de verano las hojas de los árboles. Y ven cómo la piel se convierte en una vela, en un lienzo. La hoja en blanco. Se despliega. Sale del bolsillo. Ya no tiene miedo de las manos, quizá las entienda, por exceso, por defecto. Lleva calderilla para pagar sus multas. Cuadernos y faroles. Deja que la brisa la acaricie. El huracán, otra epidermis. Ya no le teme ni siquiera al llanto.

martes, 15 de junio de 2010

MÁS PODEROSO QUE LA NOSTALGIA. Instante (I)

Abrió las persianas y las ventanas, una a una. El sol y el aire impusieron su gobierno de torbellino y polvo. La casa parecía otra así, con sus bultos blancos, adormecidos. Lo primero que observó es que el reloj se había parado en su ausencia. Su tic-tac impasible había dejado de marcarle el tempo. Retiró la primera sábana que tuvo a mano. El sofá que había debajo no era el suyo. Tenía el respaldo más alto y más fuerte. Y la tapicería ahora era anaranjada, luminosa. Se abalanzó sobre la mesita baja, que tampoco resultó ser la que conocía. Ni la mesa, ni las sillas. Ni los cuadros. Cada sábana por levantar ocultaba una sorpresa, la novedad. Y las fue retirando con esa emoción del descubrimiento, más poderosa que la nostalgia. Habitación por habitación. Todo brillaba, y ocupaba su lugar, y era distinto, sin embargo. Incluso los espejos.

domingo, 6 de junio de 2010

LEY DE ATRACCIÓN

Cuando no sucede nada es porque todo ya ha tenido lugar, le dijo. Le pareció una chorrada, pero se calló. Se puso de puntillas, le besó en los labios. Como despedida. Había preferido esperar a que amaneciera para marcharse. Ella también lo prefirió. A ratos habían conversado a oscuras. Vestidos. A tientas posaba la palma sobre su mejilla. Y ella se giraba y llenaba su hueco con un beso. A ratos uno dormía y el otro soñaba que le velaba el sueño. Nada que tú no quieras. ¿Prefieres ron o bourbon? Habían reído. Cuando se acaba el hielo es mejor irse a la cama. Le gustaban sus frases lapidarias. Siempre es mejor tumbado que sentado. Nada que tú no quieras. De acuerdo. Sus dos manos apresan su cintura, trata de retenerla, le devuelve otro beso leve. Eres alta, dijo. Anda, vete. Puede que te llame. Cuando no sucede nada es porque todo ya ha tenido lugar. Vaya chorrada. Puede que ya me hayas llamado, respondió ella.