El diablo se viste de Newton los jueves. Nos disfraza de agujeros negros: nos arroja manzanas, que mordemos; manzanas hechizadas que nos dejan desnudos frente al pecado, los hoteles, la ausencia de remordimiento. No hay tiempo de hablar, tal vez porque no es asunto de palabras. La gravedad caduca a las veintiuna horas, para coger el tren de ytreintacinco. El agua de la ducha termina por deshacer el sortilegio, con cuidado de no mojar el pelo, ni de usar jabón. De no abrazarnos en la despedida, para que las ropas no sufran el contagio. La melancolía. Y no amargar la cena de los otros. Luego las miradas persiguen los pasos de un andén a otro. Direcciones opuestas. El tiempo renueva su cuenta por semanas. El aire del vagón de cercanías huele a almendras.
7 comentarios:
Me ha encantado Leo. Siempre hay algo que rompe el hechizo, mira Cenicienta...
Genial!
Cuanto mayor es el encanto mas pronto se rompe.Lo se por experiencia. Tus escritos son geniales. Sigue así. Yo por mi parte seguiré enganchada a tu blog.
Yo que creía que el demonio eran los banqueros...
Besicos
Joder, qué bueno, lo de cómo se prepara la despedida, también de la ley de la ley de la gravedad. cómo cada uno está en un andén, cómo huele el vagón en el que vuelve cada uno por su lado... Es genial, un texto buenísimo
Excelente, Leo.
Muy bueno leo, especialmente la segunda mitad. Uno deja correr la imaginación después de leerlo...jajaa
Besos.
Jesús.
Miguel de Esponera: :-))
Pulgui: Gracias. Es tan simple como que todo pasa, ¿verdad? :-)
Josefa: Mil gracias. :-)) Un abrazo fuerte.
Belén: ¿Los banqueros? Jeje, pobrecillos, no sé por qué dices eso ;-)
Miguel Baquero: Gracias, Miguel, viniendo de ti es una gran alegría.
Raúl: Mil gracias. Te lo digo lo mismo que a Miguel.
Jesús: Jeje, cómo sois los chicos... ;-)) Besos.
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