Lo confieso: yo también he creído que la decepción me pertenecía.
No como una posesión, solo como un hábito, uno malo, como cuando
fumaba y pensaba que era más fácil dejar de fumar si durante el
proceso podía seguir fumando. Yo también he estado segura de que me
quedaba coja si alguien decidía que yo le estorbaba para andar. Yo
también he tenido que sentirme deprimida, mientras me sentaba a
pleno sol a esperar al último autobús del equilibrio.
A veces me aferro a los lamentos, recuerdo los prodigios del
desastre, me demoro en los jardines marchitos de lo que pudo ser.
Discuto con las sombras, le quito la razón a los fantasmas, a
personas que no están, mientras repaso con la bayeta los azulejos
limpios de ayer y me empeño en llorar y en sentirme como si esta
aflicción fuera a durar siempre, como si no me fuera a marchar un
día, como si de verdad tuviera importancia lo que esperaba antes de
que sucediera lo que quiera que haya sucedido. Los argumentos a solas
siempre tienen sentido, aunque nadie los rebata; siempre parecen
coherentes. Y lo sigo creyendo a pies juntillas, aunque las pocas
veces que los he sacado a pasear con sus collares, haya vuelto
arrastrando cadenas vacías.
Seguro que conocéis la sensación. El mejor momento es cuando
decidimos que la culpa es del otro. Que merece nuestro castigo: el
silencio agresivo, el conflicto armado, la ceja levantada y la ironía
en ristre. Ese es el mejor momento, sí: cuando nos convencemos de
que fue el otro quien instaló en nuestra cabeza el enorme castillo
hinchable, con sus torreones, y el foso y los cocodrilos, y una
princesa con los ojos de aquella muñeca que amamos a los seis
años... para que le tire la trenza y que así suba a rescatarnos de
nuestro aburrimiento de nosotros mismos.
Me pregunto qué pasaría si me limitara a dejar que cada día
trajese su afán. Si no inventara tramas y dejara que cada personaje
me fuera contando su verdad mientras camina, en lugar de
preseleccionar la verdad que me convenga. Si aceptara el cambio, la
pérdida, la soledad, las elecciones. Aceptar. Si le mirara a los
ojos al minuto y respondiera con la sinceridad y el calor y la
picardía que solo son posibles cuando se acepta. Cuando no se
anticipa. Cuando uno se instala bien firme en el centro mismo de
quienes somos, ese único lugar desde donde es posible ver a los
otros en el interior de la burbuja del nivel. Vertical u horizontal,
pero aún vivos.
8 comentarios:
Buenoooo, es de esos que llamo de "alta densidad", a leer despacio, para poder enterarse del máximo posible de tus ideas. Me ha gustado especialmente a partir de la mitad, y me has hecho reír con la genial y gráfica idea de "pasear a los argumentos... y volver con los collares vacíos".
Y mira que hacemos difícil a veces lo de instalarse en el centro de uno mismo eh?
Un beso.
Jesús.
Es complicado aceptar que estamos sujetos a cambios que a veces no queremos.
Igual de complicado que aceptar que a veces con intentarlo no basta.
Lo mismo de complicado que aceptar que a veces la mitad de la culpa es nuestra.
Tan, tan, complicado como a veces es trepar desde el ayer hasta el hoy. Y mirar al sol que nos alumbra desde el ahora; y no desde el ayer.
Es complicado vivir. Sobre todo porque vivir implica estar vivo. Cuando tenemos la impresión de haber muerto ayer.
Poética entrada llena de musicalidad.
Feliz día.
Leooo, ya era hora niña. Preparateeee, nos vemos en Julio olee oleee oleee
Besos
Ah, qué dificil conseguir esa burbuja. Mantener el presente.
Precioso y reflexivo texto.
Saludos!!
Perdona yo no sé comentar tan bien como lo hacen los entendidos. Solo sé que cuando leo tus escritos disfruto de verdad como cuano se lee un buen libro o mejor.
¿Para cuando tu visita al blog de Josefa?
Un beso con todo mi cariño
NO dejes que te cuenten... si no lo hacen, preguntales tu :)
Besicos
Jesús: sí que lo hacemos díficil, sí,. Nos tenemos mucho miedo, no nos gusta nada descubrir cosas de nosotros que nos decepcionen, imagino. ¡Gracias! Un beso.
Begoña: Mil gracias por tus palabras, musicales también y llenas de sentido. Besos.
Blau: ¿Vendréis preparadas para el calorcito de Madrid en julio?
Besis
Amparo: Conseguirla y mantenerla. misión de audaces. Gracias.
Josefa: Aquí todos comentáis bien, querida JOsefa. Tienes razón que hace mucho qeu no te visito: voy ahora mismo. Un abrazo fuerte.
Belén: Gracias, Maña. Un besote.
Buscas quizás lo más difícil: mantenerte en el punto de equilibrio a pesar de las circunstancias al igual que la burbuja del nivel que pase lo que pasa permanece en el centro. No somos aparatos, sólo somos personas fáciles de desestabilizar, la diferencia entre unas personas y otras es que la fuerza con la que intentan mantenerse en el centro, sólo (como si fuera poco...) ésa.
Te deseo el mayor equilibrio posible.
;)
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