martes, 20 de febrero de 2007

DETRÁS DE TODO



Qué pasaría si hiciéramos acopio de valor y nos desprendiéramos de tantas capas que, más que protegernos, nos hieren.
Si fuéramos capaces de deshojar la margarita y quedarnos solo con el centro.
Si dejáramos a un lado los recuerdos, los rencores por lo que en el pasado nos parecieron agravios. Nuestras posesiones materiales. Los sueños de grandeza. El orgullo, las ganas de aparentar solo para distinguirnos de los demás.
Si olvidáramos nuestro afán de trepadoras y dejáramos de ver como una necesidad el elevarnos por encima de ese horizonte que nosotros mismos nos pintamos.
Si cegáramos con fuego ese ojo único con el que miramos, implacables, al mundo, quitándole su tercera dimensión.
Si deshilacháramos poco a poco los lazos que nos atan a las expectativas que tienen de nosotros los que nos rodean. A las que nos obligamos sin más criterio que ése, en la creencia de que son necesidades propias, verdaderas. Si nos cuestionáramos si somos lo que nos han hecho creer que somos.
Si nos desprendiéramos del deseo de ser lo que no podemos ser.
Si rompiéramos todos los espejos, los relojes.
Y si raspáramos, sin piedad mas con delicadeza, todas las piezas de nuestros engranajes hasta desprender la pátina del miedo.
Si fuéramos capaces de quedarnos desnudos, sin más armas de nuestra conciencia y nuestra inteligencia.

Puede que detrás de todo, al fondo, encontráramos la verdadera grandeza. Lo que merece la pena. Puede que entonces fuéramos capaces de cuestionarnos la existencia de las estaciones, incluso del sol que cuelga de ese falso techo que hemos imaginado inabarcable. Tal vez pudiéramos desinstalar de nuestro disco duro la duda razonable que han ido grabando desde nuestro nacimiento. Y que creyéramos que, en realidad, no somos nadie y que no tenemos de qué defendernos; y que, por lo tanto, formamos parte de todo lo que es.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Seríamos libres, encontraríamos la paz que andamos buscando, porque dejaríamos de ser nuestros propios enemigos, esclavos de nuestras emociones. Ya no tendríamos que luchar contra nosotros mismos, la batalla habría terminado, y la energía empleada en ella la podríamos utilizar para amarnos tal cual somos.
No habría ambición, egoismo, hambre, cansancio, miedo.
El problema es podríamos soportarlo, si lograríamos sobrevivir a nuestra esencia, acostumbrados a tanta mentira. No sé, si como Adán y Eva, nos asustaríamos al vernos desnudos, y volveríamos a crear maleza, en forma de necesidades y obligaciones tras las que escondernos y resguardarnos.
No sé si estamos preparados para abrir nuestros ojos y VER.

Anónimo dijo...

Empiezo a creer que ese proceso de autodescubrimiento es el único menester importante en nuestras vidas. Y que el transcurso de los días, de las experiencias, es una suerte de "strip tease" en el que nos fuerámos despojando de todo lo inútil hasta quedarnos igual que vinimos: siendo.
Así, de golpe y porrazo, yo también pienso que no lo podríamos soportar. Necesitamos del proceso.
¡Madre mía! Cómo cansa, a golpe de machete, abrirse paso desde la espesura.
Besos, Lore.

Anónimo dijo...

om mani padme hum?

Anónimo dijo...

lo cierto es k seria una maravilla que de vez en cuando pudieramos ser libres así, olvidarnos un poco de nuestras circunstancias para se yo a secas... y esta muy bien aprovechar las oportunidades que tenemos para hacerlo, porque, como tu dices, es así como nos vamos autodescubriendo. Pero creo que tb esta bien volver al mundo "cebolla" una vez que te has quitado algunas capas, porque ...que haríamos sin algunas de nuestras queridas circunstancias? Es la vida que nos ha tocado vivir, no? tambien tiene su merito saber "capearla" como viene. un beso,

Anónimo dijo...

Pero se trata de vivir en este mundo sin ser una cebolla. De afrontar la vida apoyándonos en lo que somos, continuando la búsqueda, asumiendo riesgos...
Bueno...
Graciñas y besos, Bego. Y anónimo...