lunes, 5 de febrero de 2007

TALENTO

(Mateo 25, 14-30)
Amparada por una de mis máximas fundamentales, que uno repite más lo que más necesidad tiene de aprender, me atrevo a abordar este tema. Y lo hilo con el otro post con el que os castigué hace días (Ingenuidad).
Creo con firmeza que todos tenemos un don. Podemos acusar a Dios, al universo o a la lotería genética, pero no creo que haya nadie sobre la faz de la tierra, que, en la medida de sus posibilidades, no tenga nada que aportar.
Y es nuestra responsabilidad poner el esfuerzo y el trabajo necesario para desarrollarlo en su máxima expresión. Una responsabilidad que no puede ser concebida como un yugo, sino como una liberación, como algo que dota de sentido a nuestros días. Un motor que, quizá, sería la mejor terapia para la desgana y la desilusión imperantes.
Con humildad, con la sencilla intención de dar lo mejor que llevamos dentro, estamos obligados a brillar. Debería ser algo que nos mostraran desde pequeños. Que no hace falta ser más que nadie, ni destacar por encima del resto. Que solo tenemos que esforzarnos por ser los mejores “yo” que podamos ser.
Por suerte, somos tantos ya, que tampoco tenemos que aspirar a ser originales. Basta con aportar nuestra particular visión de todo, porque lo más original, lo único distinto y genuino que podemos sacar fuera, somos nosotros mismos. Cada pequeña pieza del puzzle tiene su función.
Me pongo, pues, a cavar. Para desenterrar esos talentos que me fueron dados y que, por miedo a perderlos o a fracasar, he condenado bajo capas y capas de temores. Y os animo a todos a hacerlo. (Y de paso, a dejarme algún comentario...)
Una buena forma de empezar la semana, ¿no?. Buen lunes a todos.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo contigo. Yo lo siento como una pelsión, una necesidad un alivio. Leer tus palabras es un grato momento para los que tienes enfrente. Transmites tanto que a veces me entretengo entre líneas para sacar el máximo rendimiento a tus párrafos. No dejes nunca de brillar, Leo. Tu talento, tu sensibilidad, tu destreza y elocuencia no pueden ni deben quedar enmascarados. Un fuerte abrazo.

Anónimo dijo...

Muchas gracias. Es fácil motivarse con tan buenas visitas. Gracias otra vez.
Y sólo puedo decirte aquello de "...dijo la sartén al cazo".Y tomarme la libertad de invitar al resto de trenes que paséis por aquí, a echar un vistazo a tu blog. Lo tenéis en enlaces: "Entre el cielo y el suelo"
Otro abrazo enorme para ti.

Anónimo dijo...

Estoy muy de acuerdo con lo del talento. Te lo he comentado hace poco, de hecho, respecto al tuyo, que sabes que admiro un montón. Me parece fundamental querer e intentar ser el mejor "yo"; es lo que hace que el camino de la vida sea complejo, agradable, difícil, nuevo, emocionante, en definitiva, lleno de interés. Pero también conlleva mucho peligro. Y lo digo por experiencia propia. Aunque no lo creas, o precisamente porque lo sabes, a veces necesitar o anhelar hasta el extremo la mejora de ese "yo" es casi peor que intentar compararse con los demás o querer superarlos. A veces es muy duro estar bajo la guadaña que empuña uno mismo, y demoledora la frenética alternancia del propio yo bajo la cuchilla de la guillotina y la cuerda que la sujeta, presta a dejarla caer en cualquier momento. Pero, en cualquier caso, como socias fundadoras del club de supervivientes, ahí seguimos en la lucha diaria, contra los fantasmas de cada una, contra el "yo", el "ello" o el "superyo" (como diría Freud) y contra "ellos", o mejor dicho, a causa de "ellos", más que de ellas, en ocasiones, como diríamos nosotras.
Besos

Anónimo dijo...

Gracias por participar, por dejar oir tu voz de los mejores tiempos.
Imagino que todo es una cuestión de equilibrio. Controlar al crítico interno a veces es difícil; hay que saber ponerle límites, porque tampoco podemos estar sin su censura.
Otro reto más...
Un beso grande. Espero leerte más a menudo.