viernes, 9 de marzo de 2007

DEL MARAVILLOSO ENCANTO DE LAS PEQUEÑAS COSAS

Me sorprende la innata capacidad de mi cerebro para ilusionarse.
Lo pensaba ayer, ante un café, sentada en un bar tranquilo. La lluvia caía fuera, y quizá también dentro. No llevaba paraguas. Tenía tiempo, dinero, el pelo recién lavado y un libro en el bolso. Esta conjunción astral me obligó.
De repente, como sucede casi todo, me asaltó la felicidad. Una felicidad con los contornos definidos por la loza de una taza de café, por los márgenes del volumen que tenía entre las manos. Limitada al momento. Infinita en la memoria.
También hacía falta llevar abiertos los postigos del alma.
Y sufrir una parálisis neuronal transitoria, restringida al hemisferio cerebral izquierdo.
Qué sencillo, a veces.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Qué bonito es dejarse asaltar por la felicidad! Te he imaginado, me ha llegado hasta el aroma de tu café. He sonreído. He compartido tu felicidad.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Sí, la verdad es que siempre creemos que hay que ir tras ella, tras la felicidad, buscarla. No nos damos cuenta de que ella llega, viene a nuestro encuentro, nos sorprende, nos asalta. Sólo hay que dejarse seducir, y cuánto nos cuesta a veces...

Anónimo dijo...

mi comentario de alcance es este:¿estas segura de que no te pediste un carajillo? ;)
no, en serio, que bonito es ver caer la lluvia por los cristales con un cafe calentito en las manos, o tumarte sobre la hierba en un día de sol, o abrir un libro antiguo, o dejar que te sorprenda en el cielo la luna llena, o escuchar a un pajarito en madrid, o reirte a la vez que el otro, o pasear mirando al cielo...la vida esta llena de instantes preciosos.

Anónimo dijo...

Gracias a las tres. Creo que eso es algo que nos une: la capacidad de mirar más allá, de dejarnos sorprender por esos instantes, de ser felices con cosas realmente pequeñas. Espero seguir compartiéndolas con vosotras muchos años.
Y Bego, nada de carajillos. Ya sabes que yo prefiero el güiski, y a esas horas, la verdad...
Gracias y un gadgeto-abrazo.

Leicca dijo...

hace tanto que no me asalta la felicidad...

un beso.

Azul... dijo...

Mme pasa a menudo yomo siempre tengo un libro cerca, me meto en cualquier café y me paso un ratito sola, "yo con yo", como yo lo llamo, y me dejo sentir, simplemente... Eso sí, esa sensación de felicidad llega cuando le parece, aún no aprendo a invocarla a voluntad, pero con lo terca que puedo ser...

(o=

Bessitos!!!!

Anónimo dijo...

Gracias a todas.
Ay, Leicca...Cómo te comprendo. La verdad es que hay temporadas en que la luz se resiste a pasar. Por fortuna, todo pasa, y en el momento que menos lo espera una, ahí aparece ese instante dichoso, para hacernos soñar y aliviarnos la carga un poco. Ánimo.
Azul, ojalá fuera sencillo invocarla a voluntad de una. Yo creo firmemente que se puede hacer, que la felicidad también es cosa de estados mentales. Pero fácil, lo que se dice fácil, pues no. Y más con la tendencia que tenemos a regodearnos en el desastre. Si encuentras la fórmula compártela con nosotras, por fa.
Un abrazo enorme a las dos.

Anónimo dijo...

Esos momentos de felicidad, inesperados, sencillos y simples son los mejores. Y aunque no nos demos cuenta, llenan más nuestros días de lo que nosotros creemos. Recuerdo uno personal hace unos días. Estaba cansada, agobiada, preocupada y otros "ada" negativos que me ofuscan últimamente. Pero iba cruzando el jardín camino de casa de mi hermana. Pasé junto a la fuente y noté la oscuridad del agua; era de noche. Se levantó viento; hacía frío. No había nada especial ni bonito alrededor, pero me sentí muy bien y muy contenta. Me cerré la chaqueta, sentí el pelo revuelto, agradecí el silencio más cercano y el ruido un poco más allá. Y pensé lo genial que era poder disfrutar de esas cosas tan sencillas; buenas unas, normales otras y malas alguna también, simplemente por el hecho de estar ellas ahí al igual que yo.
El día a día, lo cotidiano, lo simple, lo fácil, lo difícl, cada instante, cada vez me parece más bonito, más maravilloso, más feliz.