jueves, 8 de marzo de 2007

POR ALUSIONES...


No lo he podido evitar. A los que no lo conozcáis, os presento al Mont Saint Michel. La foto no es muy buena, pero vale para hacerse una idea. La fotografía que puse ayer es de la bahía, tomada desde arriba, desde la ciudadela.
Hacía frío y llovía, como podeis ver, el día que fui a parar allí. Pero poco importó. Me sobrecogió la fuerza de este lugar nada más ver lo que tenéis en la imagen. Un sitio en el cual, por encima del vocerío de los turistas, las piedras logran transmitirte parte de sus secretos.
Según cuentan, es el segundo lugar del mundo donde las mareas alcanzan mayor amplitud. Llegan a subir hasta quince metros. Durante la pleamar, el mont Saint Michel recupera su condición de isla. Cuando la marea retrocede, se abren mil caminos en la arena; caminos que pueden recorrerse a pie, por toda la bahía.
Todo el conjunto construído sobre el monte es medieval y está conservado a la perfección.
Allí, supe por primera vez que el síndrome de Stendhal existe. Con la respiración entrecortada y todo, me prometí volver.
Y ahora os invito a todos a que, si tenéis la oportunidad, conozcáis este lugar sorprendente.

6 comentarios:

Mónica Rebolledo Sagredo dijo...

Hola leo, leer tu post me hizo imaginar que cada uno de nosotros en algún momento de la vida, al igual que el lugar que describes, nos transformamos en islas y no pertimimos que nadie ingrese a ver nuestros tesoros, pero llega un momento en que "la marea retrocede, se abren mil caminos en la arena; caminos que pueden recorrerse a pie, por toda la bahía", y que permiten al visitante entrar en nuestro mundo...
Gracias, me has dado un hermoso regalo...(voy dejar que baje la marea).
Un abrazo y feliz día de la mujer trabajadora

Anónimo dijo...

Gracias, Mónica.
Pues sí, se trata de eso. Dejar que baje la marea del orgullo, del miedo para facilitar el acercamiento. Y no sólo para que entren, también para salir de nosotros mismos. Merece la pena, aunque de miedo.
Espero que hayas tenido un buen día: como mujer, como trabajadora, como ser humano...
Un abrazo.

Leicca dijo...

Lo tengo pendiente desde que lo descubrí, de pequeña, en un libro para niños. :-D

Gracias por los comentarios en mi blog. Luego miro si participas en la locura de los 20 minutos y te voto.

Un besillo. Te seguiré visitando.

Anónimo dijo...

Gracias, Leicca.
Te anticipo que no formo parte de ese concurso. Pero te agradezco de corazón tu intención de votarme.
¡Vé al Mont Saint Michel! No quiero imaginar las maravillas que recogeríais tú y tu cámara.
Un beso.

Anónimo dijo...

Dios santo, Mont Saint Michel! Y yo desconectada estos días, sin enterarme!!!!!! El sitio es impresionante, lo mires como lo mires, sobre todo, porque es mucho más que un lugar y un paraje eminentemente bello. Lo disfruté muchísimo, qué te voy a contar a ti. Porque también es verdad que el ánimo, y la compañía que muchas veces lo provoca, es también muy importante en un viaje. Si a la maravilla de imágenes y sensaciones que te inundan en Mont Saint Michel, añades risas por el miedo a que de repente suba la marea, palpitaciones al llegar al scriptorium y cierto intento de "robar" una foto a algún monumento perdido dentro de la abadía.... ¡Fantásticas vivencias y recuerdos! Gracias

Anónimo dijo...

Ja, ja, ja, Palo. Aún me acuerdo del "monumento", a pesar de no haber conseguido la foto, después de tanto esfuerzo. Contribuyó en buena medida a mi síndrome de Stendhal.
Y es cierto que las compañías hacen aún más especiales los lugares. Éste es uno de esos casos.
Un abrazo y gracias.