Ahí, desde lo alto. Los francotiradores del deseo. Apuntan directos hacia el lugar donde intuyen que está el alma. Nos dejan hambrientos. Nos dan de beber agua salada.
Paseamos por las tablas, arriba y abajo, de izquierda a derecha. Somos conscientes de sus miradas. Sabemos que vienen a devorarnos.
Algunos corren, se ponen a cubierto, se unen al grupo que cruza la calle, sin aliento, para ponerse a salvo de sus ojos de piedra.
Otros se inventan un delirio y lo gritan de viva voz. No se sabe si han perdido la cabeza, o tal vez, sólo el miedo. O quizá primero una cosa y luego la otra. Una suerte de ley de causa-efecto.
Hay quien se encierra en sus paredes, las decora con campos que reverdecen bajo la implacable luz de las bombillas. Pinta claveles en las esquinas, flores que no dejen un rastro de olor, que no adulteren el ambiente, sólo para la vista.
Paseamos por las tablas, arriba y abajo, de izquierda a derecha. Somos conscientes de sus miradas. Sabemos que vienen a devorarnos.
Algunos corren, se ponen a cubierto, se unen al grupo que cruza la calle, sin aliento, para ponerse a salvo de sus ojos de piedra.
Otros se inventan un delirio y lo gritan de viva voz. No se sabe si han perdido la cabeza, o tal vez, sólo el miedo. O quizá primero una cosa y luego la otra. Una suerte de ley de causa-efecto.
Hay quien se encierra en sus paredes, las decora con campos que reverdecen bajo la implacable luz de las bombillas. Pinta claveles en las esquinas, flores que no dejen un rastro de olor, que no adulteren el ambiente, sólo para la vista.
Y hay quien no modifica su paso. Y levanta la mano. Y los saluda. Los más audaces, les invitan a un café y conversan. Deshacen el encantamiento. Les regalan la existencia. Logran que dejen de ser fantasmas y se conviertan en aliados. Son los que tienen a raya las emociones. Los cabales. Esos que miden sus latidos sin quererlo. Esos que aceptan y caminan. Y de vez en cuando se sacan una china del zapato. Y de vez en cuando corren sin sudar. Los que, cuando llega la noche, saben que ellos descienden las miradas pero que nunca duermen. Nunca. Nunca bajan la guardia.
8 comentarios:
Miedo de los cabales tengo.
Un beso.
te voy a hacer dos comentarios:
uno: si hay que entenderlo, entonces no lo he entendido. ¿me lo explicas? :)
Dos: aparte de entenderlo mas o menos o no, te diré que me gusta mucho como está escrito y que, como no lo he entendido, y me he fijado en la foto sobretodo, me ha parecido estar leyendo parte de una novela de fantasía, algo así como un preámbulo a una historia fascinante y misteriosa...que me gustaría que escribieras algun día, porque disfruto leyéndote, my friend.
Líbrenme de los cabales, que de los orates lo haré yo. Desde la inconciencia que proporciona la intensidad de las emociones, me declaro impasible ante la cordura, hermética ante la estrategia de la sensatez. Enumeraría mil heridas de guerra, pero prefiero reiterarte cómo las olvido para volver al campo de batalla.
Un abrazo fuerte
Una de las cosas más apasionantes de escribir es ver cómo cada persona hace una lectura y una interpretación personalísima del texto. Recoger las opiniones, tan variadas es algo muy enriquecedor, de verdad. Es genial. Incluso cuando te dicen que no lo entienden: eso hace pensar y aprender.
Así que, ¡¡Muchas gracias, chicas!!
Por comentarios, por el mero hecho de leerme.
Un abrazo enoooorrrrme
Las gárgolas...
Bellísimo Leo,bellísimo.
Cuando el texto se interpreta a sí mismo dentro de cada persona es lo que yo llamo un hipertexto,y en ese nivel tiene un inequívoco significado para la persona que lo lee.
Bienvenido Max!
Gracias por tu visita y por dejar tu comentario.
Un abrazo
me encanta!
vas a llegar lejos, es cuestión de esperar, ya verás como esa dulce espera se hace corta.
Mil besos
Gracias, Irakundo, por animar mi espera.
Besoteeesss
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